-Viejo Arce, cuéntame, si en verano tan bello te veías con
tus verdes hojas porqué ahora las tiras con desdén?- Pregunté intrigada.
-No las tiro, amiga mía. Éstas hojas ya marchitas que
desprendo cada día son pequeñas cartas que escribo a mis amigas.- Dijo el Arce
con su voz profunda.-No sabía que ahí plantado hubieras hecho amigas y que sin brazos manos ni dedos escribir cartas pudieras.- Le contesté asombrada.
-Si estuvieras quieta y plantada como lo estoy yo, observar
habrías a dos preciosas niñas que con sus juegos alegran mi día.- Expuso el
viejo árbol lleno de melancolía.
-Algunas hojas he cogido y atentamente examino; por arriba,
por abajo, por el frente y el envés y por más que veo y miro yo no sé qué has
escrito ni lo puedo entender!!.-Exclamé apenada.
-No querrás tu entender lo que entienden los niños pues te
falta inocencia, magia, fantasía y paciencia. Son la tinta de mis versos
pequeñas gotas de rocío que temprano recolecto y en poesía convierto. Pronto
vendrán las niñas y recogerán mis hojas y han de entender mis notas que les
susurrará el viento.- me explicó el Arce sonriendo.
Y es así que el arce viejo, que está plantado en mi pueblo,
a mis niñas preferidas con versos, poemas y cuentos les pinta en su cara
sonrisas. Y en las hojas que el suelo tapiza el viejo arce ha querido desearos
feliz cumpleaños con fantasía, magia y hechizos.
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